Mujer

 
 Desde el mundo artístico hasta el exclusivo sillón presidencial cada área ha tenido al menos una mujer referente, sin embargo, seguimos siendo minoría en el conteo final de la mayoría de los rubros; y para colmo, aquellas que logran el éxito a nivel laboral o profesional, ven con impotencia como se desmoronan las demás áreas de su terrenal existencia.
¿Como justificar esta situación sin recurrir a la palabra machismo superada en párrafos anteriores?
¿En que momento de la historia erramos el camino a seguir como género?
¿Acaso seguimos un Modelo de mujer equivocado?
¿Cómo son las mujeres “de éxito”?
¿Qué hicieron aquellas que lograron atribuir a su nombre la capacidad de trascender en tiempo y espacio?
Tres palabras resuenan tras un nombre candidato a ser rescatado por las páginas de historia, esas palabras son: Bella, Carismática y Talentosa.
La primera característica es innegociable: bella. Innegociablemente bella. Carismática lo podría cambiar por culta, es una opción aceptable. Y talentosa podría interpretarse también como inteligente.
¿Pero que sucede con las mortales que no cumplimos con esos tres requisitos? Somos millones.
¿Sera cuestión de hacer un curso de cocina macrobiótica para nuestros modernos maridos?
¿Habrá que dedicarse a tener niños (varones en lo posible) a cambio de justificar nuestra existencia?
Si somos mayoría, y a estas alturas la guerra de géneros no es más que historia antigua:
¿Como es que muchas mujeres se atreven a pilotar aviones, pero al mismo tiempo, se creen incapaces de tomar las riendas de sus propias vidas?
¿Cómo es que, siendo punto de referencia para cientos y hasta miles de subalternos en el ámbito laboral, muchas mujeres se sienten huérfanas en su vida sentimental?
¿Cómo es que aun conquistando al hombre más bello y virtuoso de la urbe no logramos hacer las paces con la desconocida que cada mes surge con excusa del síndrome pre-menstrual?
¿Cómo es que el salario sirve para comprar mil cosas distintas cada mes, pero no alcanza a pagar jamás “eso” que nos haga tan “únicas e irrepetibles” como prometen las publicidades?
Ya no acudiremos a los argumentos de las primeras feministas; que resultan obsoletos ante el análisis del rol de la mujer en la sociedad actual -aunque es valido reconocer su valor ubicando a estas pioneras en la cronología histórica-. La mujer debe buscar el -o la- responsable de su situación actual analizándose como individuo; sin buscar culpable a sus miserias diarias escudada tras la etiqueta de género débil o género menospreciado. Tal como están planteadas las cosas hoy, no se puede culpar al esposo de la propia infelicidad. O a un jefe por el bajo salario. O a los hijos de los dolores de cabeza. Eso es igual a retroceder todos los casilleros por miedo a perder el juego.
Si podemos aceptar un mundo hecho a la medida del Modelo Masculino, también debemos aceptar una mayoría de mujeres habitándolo. La cuestión sería, entonces, encontrar -y superar- el Modelo de Mujer compatible con ese Mundo Masculino.
Ya conocemos las diferencias psicológicas que caracterizan a la mujer desde su infancia, es la formación Cultural el otro condicionante en su desarrollo como individuo.
Desde la infancia, somos receptoras constantes del mensaje de lo que significa “ser mujer”; mensaje que en mas de una ocasión es dudosamente saludable, a pesar de ser tan bienintencionado como inocentemente emitido.
En la adolescencia somos expuestas a la radiación ideológica del modelo perfecto de relación sentimental, somos receptoras constantes del significado de matrimonio e hijos ideales, y de la importancia de un trabajo y posición social dignos. Así es como, prematuramente, nos hacemos cargo de un álbum fotográfico -correcto quizá- , pero ajeno. Las imágenes se continúan una tras otra, hasta culminar con la postal de una dulce anciana que peina canas a la espera de ocupar su lugar en la parcela de tierra, convenientemente adquirida, asegurando la eterna compañía del hombre al que se enlazara en vida.
En su desarrollo, la mujer se ajusta psicológicamente a las exigencias de su entorno, resignando muchas veces sus verdaderos sentimientos a cambio de Aprobación. Aprende a “ser buena” o en su defecto a fingirlo, mintiéndose a si misma y aislando cualquier tendencia que ponga en riesgo la Aprobación de su circulo mas cercano. El precio que se paga es alto y con ejemplos tristemente reconocibles en la vida diaria. La mujer “sufrida”, la “neurótica”, la “súper independiente”, “la histérica” son ejemplos de mujeres que reaccionan, de la forma que pueden, ante esa postura atribuida por otros y aceptada  para sí misma. La intuición es esa vocecita que desde lo profundo susurra la necesidad de revisar las cosas, y hacer pequeños cambios antes de que el cuerpo comience a mostrar señales de enfermedades psicosomáticas. Escucharla es de vital importancia aunque nadie nos lo haya dicho antes.
Esposa, mujer y al fin madre… la sociedad, o lo que es lo mismo, el entorno familiar y afectivo “guían” a la mujer por el camino “correcto”; con palabras mudas y miradas que lo dicen todo… bienvenido y bendito sea el camino “correcto” cuando la naturaleza femenina así lo dispone, pero
¿Y si tal camino no fuera destino para todas?
O, ¿que sucede cuando ese camino –aun- no es destino para alguna?
¿Y qué sucede con el “Mientras tanto…”?
¿Qué es la mujer sin la compañía de un novio, sin la excusa del trabajo o sin hijos que cuidar?
¿Acaso es la mujer un ser a la espera de que su reloj biológico sea activado?
 En ese caso, y si la misión única y natural de la mujer fuera solo la de asegurar la continuidad de la especie,
¿Cómo conjugar los mandatos sociales, con lo que natura dicta y lo que cada mujer desea para si misma?
¿Puede estar en la condición reproductiva de la mujer la clave para lograr la plenitud femenina?

¿Acaso una mujer es capaz de gestar y parir una mejor versión de si misma? 
Emma Van Weiden 
Mujeres para parir MUJERES 
Agosto 25, de 2013
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Valor y Poder en Rosa


El siglo XXI da comienzo a un tiempo ideal para reconocer el verdadero Valor de la mujer y asumir el Poder que atesora, casi exclusivamente, el género femenino. 
Cada una, en su tiempo y espacio particular, posee el Valor y Poder que le dan su rol de madre, trabajadora, ama de casa, amante y mujer, entre otros roles.
A saber:
Profesional trabajadora: Es aquella que ha sabido abrirse paso en el mundo laboral sola o en relación de dependencia. 
Se ha valido de su capacidad de aprendizaje y aplicado los conocimientos para obtener un beneficio económico propio. Confía en sus propias decisiones y es perseverante en su proceder, venciendo los desafíos y obstáculos que se presentan en su camino. 
Hace especial uso, consciente o no, de su intuición. La intuición: esa cualidad típicamente femenina, que amplía su capacidad de percepción, se suma a las capacidades de análisis y critica para dar origen a magnificas estrategias laborales capaces de impresionar a los pares masculinos mas exigentes.
Su condición de mujer le permite trascender la propia realidad identificándose con su entorno y tomándolo como propio, bajo su cuidado y tutela. La sensibilidad propia del género posibilita análisis que incluyen un mayor número de factores, resultando en estudios de situación profundos, concretos y efectivos. Otra característica valorada en la mujer trabajadora es su tendencia a cuidar detalles que por lo general pasan desapercibidos a la observación masculina.
Madre: la capacidad de generar vida; concebir y gestar un nuevo ser humano es una característica exclusivamente femenina, para la cual está dotada física y psicológicamente desde su propia concepción. 
Como madre la mujer tiene el Poder de formar; de educar a una nueva persona inculcándole costumbres, valores, conocimientos y un extensísimo etcétera. La mujer, en su rol de madre, apela a todos los recursos posibles para plasmar en su descendencia la versión mejorada de su presente. El rol de madre merece un análisis tan particular como detallado que incluya desde el aspecto biológico de la concepción hasta su influencia en la evolución de la Raza Humana.
Ama de casa: la arcaica función de la mujer que toma mayores dimensiones con el correr del tiempo. Responsable de la administración, limpieza, alimentación y logística del pequeño universo hogareño y sus habitantes. 
Su nombre esta impreso en cada camisa y delantal limpio, en cada reunión laboral y tarea escolar cumplida en tiempo y forma, en cada mascota llevada al veterinario y en cada plato de comida preparado a gusto de sus comensales. Su anonimato es casi proporcional a su eficiencia.
Amante: como compañera o cónyuge acompaña al hombre en sus momentos de gloria, pero también sirve de sostén y aliento en la superación de los trances mas miserables de su hombre. Sirve como mediadora o consejera acertada en la resolución de conflictos laborales y familiares. 
Su anonimato también es proporcional a la perfección con la que ejerce el rol; jamás se le reconoce su fidelidad sino que se cuestiona su “infidelidad”, no se alaba un excelente consejo sino que se critica una esposa “metiche”. Cuanto mejor hace su trabajo menos reconocimiento recibe; a diferencia del hombre que es elogiado por su fidelidad, por involucrarse en temas femeninos o por colaborar en las tareas domesticas.
Mujer: la mujer es símbolo de delicadeza, elegancia, belleza; esto la “obliga” a estar siempre presentable, bien arreglada, a cuidar su cuerpo en salud y apariencia. Descuidarse estéticamente es sinónimo de que algo no funciona del todo bien. Aquellas que comprenden la importancia y el valor de la apariencia aprenden a ejercer Poder sobre su entorno mediante la fascinación y la seducción, característica que se relaciona más con su magnetismo interior y no tanto con su carga sexual. El poder de la seducción en la mujer merece un análisis detallado para comprender su verdadero alcance y usos.
Reconocer el Valor de la mujer y afirmar su Poder es una misma acción. Hacernos cargo de nuestros pensamientos y del potencial intrínseco en la mujer, es aceptar los recursos para cambiar la realidad.
Viajar, tener ingresos propios, elegir donde y como vivir, convivir sin pasar por el altar, postergar la maternidad; y otras tantas elecciones de vida posibles en los tiempos modernos, confirman el hecho de que las limitaciones de la mujer actual ya no pertenecen al mundo exterior, sino que se hallan en la misma profundidad del ser femenino. 
Desarrollar la autoconfianza, el respeto y el amor propio es una elección de vida. 
Elección.
Elección que muchas llevan a cabo convirtiéndose en MUJERES. MUJERES plenas. Completas. MUJERES que a diario se enfundan en ropa y virtudes, MUJERES que se adornan con joyas y defectos propios. No importa su peso, color o, incluso, edad. Ellas caminan, y a su paso, el mundo les rinde un silencioso culto. Son objeto de admiración, dignas de imitar. Fieles a su esencia. 
Existen, y alguna vez hemos visto alguna cayendo bajo el hechizo y la tentación de intentar imitarlas. Ser una de esas MUJERES parece utópico aun, ellas parecen elegidas entre millones, aunque tal vez la palabra justa no sea elegidas sino electorasElectoras de su destino. 
Para ellas –y para nosotras, ya lo veremos- sentirse completas no es sinónimo de estar en pareja, ni formar una familia requisito para ser objetos de amor y respeto. Sentirse linda y valorada no tiene relación con los números de la balanza, ni ser sexis relación con el tamaño del escote. 
Una mujer puede amarse, respetarse y comprometerse en la relación que tiene consigo misma. Puede tratarse como a un ser amado. Puede ofrecerse a si misma el cariño y la protección que dedicará a su cría. Puede ser objeto de la educación que desea brindarle a un hijo. Puede prometerse el respeto y la fidelidad que le reserva a su pareja; y puede analizar su vida cuidando cada detalle -como lo haría en su trabajo ideal-. 
Puede y Debe: una mujer se Debe a si misma.
Solo así será consciente del mundo que merece y solo de esa forma llegará a encontrar un camino posible hacia el mundo que merece.
Emma Van Weiden 
Mujeres para parir MUJERES 
Junio 14, de 2013
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Mujeres en un Mundo Masculino

Calcular la valía de una persona a través la competencia entre hombres y mujeres, significa olvidar aquellas diferencias psicofísicas que limitan o potencian cada genero. Buscar algún parámetro de comparación entre la fuerza bruta de un hombre y la fortaleza física de una mujer en proceso de parto es parte de una lógica de necios. La fortaleza de uno y otra resultan  no solo incomparables sino, además, innecesariamente comparables.
Encontrar un camino viable para el desarrollo personal del individuo, en este caso de una mujer, obliga a revisar las características propias a cada género haciendo hincapié en las diferencias, y no en la supuesta “superioridad” o “inferioridad” de cada uno. Veamos.
Ya desde la cuna las pequeñas féminas se muestran más arriesgadas que sus varoniles pares. Son ellas las primeras en ensayar un primer paso e intentar una primera palabra. Al ir creciendo, una mayor espontaneidad le permite expresar mejor su afecto y emociones. La imaginación y la atención por los detalles son características típicas de una niña; características que perduran hasta su adultez.
Con la edad, las diferencias de género se agudizan en lo que respecta al comportamiento social. Mientras a ellas se les inculca expresar lo que piensan y sienten, a ellos se le enseña a ocultar sus emociones. Ante tales instrucciones, el varón que exprese sus sentimientos abiertamente será corregido bajo el prejuicio de que su comportamiento muestra debilidad y falta de hombría. La regla de ocultar sentimientos y emociones encuentra su excepción en la agresividad, de manera que un niño agresivo será “casi” normal mientras que un niño sensible será “antinatural”. En el caso de las niñas, la agresividad debe solaparse bajo complejos e indirectos  métodos que al madurar se distinguen claramente como la mentira, la simulación, el chisme y el sarcasmo, entre otros.
La condición física, o sea ser mas pequeña que el hombre, hace a la mujer vulnerable al abuso y por ello que se le enseña a diferenciar las caricias sexuales de las que no lo son, como consecuencia su sexualidad se desarrolla bajo el puritano manto de las intenciones nobles como el amor o la procreación. El sexo fuera del ámbito sentimental se asocia al pecado y otras bajezas dignas de ser públicamente condenadas. Como contracara el varón aprende a reafirmarse en su condición teniendo relaciones sexuales con diferentes mujeres, relegando la sentimentalidad a un segundo o tercer plano. De esta manera, hay una notable diferencia en lo que la identidad sexual, el placer y la reproducción significan de acuerdo al género.
En lo profesional, la mujer se caracteriza por la necesidad de compartir sus logros para sentirse auto-realizada. Contrariamente al hombre, el papel ejercido por  hijos, esposos, padres y amigos define muchas veces la estabilidad emocional de la psiquis femenina.
Así, los hombres llegan a la adultez como individuos plenos de confianza y seguridad, mientras que una mujer “correctamente constituida” cumple con el mandato de pudor y humildad determinado durante su niñez.
De allí que sea necio “igualar” seres diferentes en su esencia y en su formación.
De allí la conclusión de que valorar a la mujer no obliga a rebajar al hombre o viceversa.
De allí que culpar a los hombres por la problemática de la mujer actual es una perdida de tiempo tan grave como la de auto flagelarse -física o psicológicamente- buscando en ello alguna solución. 
De allí, que tanto por los hombres como por las mujeres del planeta, la mejor opción sea tomar conciencia del verdadero valor de una mujer; dejar de ser victimas, para asumir la responsabilidad de nuestros actos, elecciones y el largo etcétera que  -afortunadamente- nos depara la vida moderna.

Extracto de Mujeres para parir MUJERES
Capitulo I, Cuestiones de Genero
Emma Van Weiden 
"Mujeres para parir MUJERES"
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